Hace poco más de diez años fue promulgada la Ley Orgánica de Ordenación
General del Sistema Educativo (LOGSE) que representó en lo referente a la música
un gran avance respecto a legislaciones
anteriores. Se consigue la implantación curricular de la música en Educación
Primaria y Secundaria. Se crea la especialidad de Educación Musical entre las
titulaciones de Maestros de Enseñanza Primaria. Se reforma y define
curricularmente la estructura de los estudios en los Conservatorios de Música.
En conclusión, se integra la enseñanza de la música en la educación general. Por
esta razón, sería conveniente saber hasta qué punto puede tener importancia la
educación musical en la formación integral de la persona.
Según J. Dalcroze, la educación
rítmica es para el niño un factor de formación y de equilibrio del sistema
nervioso, ya que cualquier movimiento adaptado a un ritmo es el resultado de un
complejo conjunto de actividades coordinadas. Además, en estudios de muchos
investigadores, como J. P. Despins, se refleja cómo la educación musical
proporciona un desarrollo de ambos hemisferios cerebrales, por lo cual se
aconseja la integración de dicha enseñanza en la educación básica. Así con la
música, como disciplina, se consigue un aumento de las capacidades cerebrales de
la siguiente forma:
· HEMISFERIO IZQUIERDO:
Percepción rítmica, control motor, rige mecanismos de ejecución musical, el
canto, aspectos técnicos musicales, lógica y razonamiento, captación de lo
denotativo, percepción lineal.
· HEMISFERIO DERECHO:
Percepción y ejecución musical, creatividad artística y fantasía, captación de
la entonación cantada, percepción visual y auditiva, percepción melódica y del
timbre, expresión musical, apreciación musical.
No hemos de
olvidar que la música es un arte, una ciencia y una técnica, por lo que su
práctica y ejecución nos va a favorecer un desarrollo cerebral y nervioso muy
completo al comprender estas tres facetas tan diferentes y complejas. La
ejecución musical, al desarrollar las posibilidades de nuestros circuitos
neuromusculares, permite no sólo cultivar el sistema nervioso, sino trabajar
también nuestro desarrollo en general, nuestros estados afectivos, nuestra
receptividad, nuestra atención, etc.
En
consecuencia, la educación musical estimula todas las facultades del ser humano:
abstracción, razonamiento lógico y matemático, imaginación, memoria, orden,
creatividad, comunicación y perfeccionamiento de los sentidos, entre otras.
Por otra
parte, con el paso del tiempo cada vez ha ido adquiriendo más importancia en la
educación del niño la psicomotricidad, es decir, la relación existente entre las
funciones neuromotrices del organismo y sus funciones psíquicas. Se pretende
restituir al cuerpo su verdadero valor en el desarrollo integral de la persona,
tomando cada acción corporal que realice él mismo como fuente de conocimiento y
aprendizaje, algo descuidado en épocas anteriores. La música y el movimiento
están estrechamente ligados, surgen simultáneamente de la necesidad de
expresión. El cuerpo, la voz, los objetos y el entorno poseen unas dimensiones
sonoras y, por lo tanto, pueden ser utilizados como medios o materiales para la
actividad musical y psicomotriz. A través de la psicomotricidad y de la música
desarrollamos en el niño las capacidades mentales siguientes: análisis,
abstracción, expresión, simbolización, síntesis y atención, favoreciendo la
imaginación y la creatividad. La aplicación musical en la educación psicomotriz
encuentra gran utilidad en la adquisición y desarrollo de los aprendizajes
básicos de la lectura, escritura y cálculo.
La música,
según los filósofos de la educación, contribuye de forma importante al
desarrollo de la personalidad humana ya que provoca un enriquecimiento estético
y favorece el desarrollo del optimismo y el bienestar personal. Ya desde la
antigua Grecia, la música se consideraba ligada al orden, la armonía, proporción
y equilibrio y, por lo tanto, un complemento ideal para el hombre, que genera
experiencias estéticas, que tan necesarias son para el ser humano.
Otro aspecto
a mencionar es que ya los pitagóricos dieron a la música un valor ético y
terapéutico. La música afecta claramente al alma y es capaz de devolverle el
equilibrio perdido gracias a la dulzura de los sonidos y a la proporción
matemática de sus ritmos. Así los estados de ánimo perturbados, como el furor en
los frenéticos y el temor en los niños, sólo se apaciguan con el movimiento
armonioso y rítmico de la música, según nos dice Platón en las “Leyes”, haciendo
renacer la calma y la tranquilidad. Éste es el motivo por el que se les canta
canciones de cuna a los niños para que duerman. Hoy en día hay constancia del
poder medicinal de la música: E. Lacourt nos dice que gracias a la diversidad de
géneros musicales (clásico, folklórico, ligero,...) su valor expresivo y emotivo
puede ser utilizado con un fin preciso de incidencia psicológica, bien por su
acción estimulante o por su acción calmante. Puede emplearse como analgésico y
de utilidad en problemas de insomnio, inhibición, autismo, mutismo y dificultad
de expresión.
La música
tiene también un valor ético-social al facilitar el dominio de uno mismo, la
sensibilidad y el buen gusto que por mimetismo se proyecta a la sociedad.
La música en
grupo adquiere aún un valor más educador ya que incide en la socialización,
acercando a personas entre sí, tanto ejecutando como escuchando, que comparten
un amplio conjunto de experiencias inherentes a la música. Se favorece así el
respeto por los demás. Además la interpretación musical en grupo requiere
flexibilidad y capacidad de adaptación al mismo, por el bien del conjunto.
La sociedad
actual urbana e industrializada, en pro de una necesaria humanización, ha
generado entre otras la cultura del ocio, que tiene por finalidad mejorar la
calidad de vida y las relaciones entre las personas. La música es un vehículo
ideal para ello y un modo idóneo de emplear productiva y placenteramente el
tiempo de ocio. Además para los adolescentes es un modo de dedicar el tiempo
libre y realizarse personalmente, alejando el riesgo de malas compañías o de
acciones desaconsejables.
Podemos
decir que la música es generadora de experiencias estéticas que son muy
necesarias para el hombre. Asimismo es una fuente de gratificación que nace de
sentimientos de realización y dominio en situaciones no competitivas. El
sentimiento de “ser competente” y la autoestima son absolutamente necesarios
para el desarrollo humano.
Por otro
lado, podemos definir la cultura como un modo de representación colectiva de una
sociedad dada que conlleva un modo de vida, una manera de ser y de sentir. Uno
de los parámetros socio-culturales de un pueblo es, sin duda, la música. Por
ello, ha sido siempre compañera del hombre desde sus albores hasta nuestros días
con su presencia casi permanente en nuestra vida cotidiana. La música va
directamente ligada a nuestra historia, a la religión, al arte, a la filosofía,
a nuestras tradiciones, en definitiva, forma parte inseparable de nuestra
cultura; por ello hemos de conocerla, apreciarla y cultivarla integrándola en
nuestros planes de estudio de la enseñanza básica. Hemos de hacer posible el
acceso a ese patrimonio cultural, apreciarlo y valorarlo, ya que los pueblos que
olvidan su cultura pierden sus señas de identidad y su esencia.
Por todo
ello podemos llegar a la conclusión de que la educación musical reviste una gran
importancia en la formación integral y globalizadora del hombre, proporciona
experiencias cognitivas (lenguaje y ciencia) y sensitivas (arte) de un modo
armónico participando del valor educativo de
estas tres ramas del saber y representa una ayuda valiosa para el resto
de materias del currículo escolar aportando madurez para aprendizajes futuros.
De ahí se desprende la necesidad de su inclusión en los planes de estudio de la
enseñanza general de todo individuo.